El papa Francisco recibió este martes al presidente francés, Emmanuel Macron, que efectúa su primera visita a la Santa Sede. Francisco estrechó la mano del presidente francés en la entrada de la biblioteca para un encuentro de una media hora. Macron estaba acompañado por su esposa Brigitte, vestida con un discreto traje negro.
Antes del encuentro, Macron desayunó con la comunidad de laicos católicos San Egidio, muy implicada en la acogida de migrantes y organizadora de "corredores humanitarios" que trae a Europa a refugiados sirios.
Macron protagoniza un cruce diplomático con las nuevas autoridades italianas, en particular con el ministro de Interior, Matteo Salvini, líder de la Liga (extrema derecha), que defiende una línea dura con los migrantes que intentan llegar a las costas italianas cruzando el Mediterráneo y critica la arrogancia y el egoísmo de Francia en el tema migratorio.
El papa interpela regularmente a los dirigentes de la Unión Europea sobre los migrantes, que tiene la obligación de "acoger, acompañar, albergar e integrar", según él. La semana pasada estimó además que era necesario "invertir de manera inteligente para darles trabajo y una educación" en sus países de origen.
El laicismo en Francia estará sin duda entre los temas de conversación durante el encuentro de Francisco con Macron. En un discurso a principios de abril en la Conferencia Episcopal de Francia, Macron dijo querer "reparar" el "vínculo" entre la Iglesia católica y la República francesa, "dañado" los últimos años en particular desde la adopción de las bodas homosexuales en 2013.
Este discurso despertó numerosas críticas en Francia mientras que el episcopado lo calificó como un discurso que refunda las relaciones entre los católicos y la República.
El presidente francés no escapará a la tradición. Se irá del Vaticano con el título de "primer y único canónigo de honor" de la Basílica de San Juan de Letrán, una tradición que remonta al siglo XVII y al rey Enrique IV.
El último presidente francés en plegarse a esta tradición fue Nicolas Sarkozy, que lo hizo en diciembre de 2007. Entonces provocó polémica con su discurso en el que elogió la fe y las raíces cristianas de Francia.
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